martes, 17 de noviembre de 2009

Diario EL MUNDO 17-11-2009

Por su interés, insertamos el artículo citado:
17 de noviembre de 2009.- Me llega una noticia aparentemente trivial, pero sumamente interesante: "Perros psicólogos: El Centro Penitenciario de Villabona en Asturias ofrecerá una terapia con canes a internos de régimen cerrado y psiquiátricos" (El comercio digital). Según parece, se trata de un programa pionero denominado TACA (Terapia Asistida Con Animales), en el que se utilizarán perros debidamente entrenados para que algunos internos especialmente peligrosos o enfermos mentales desarrollen conductas más adecuadas basadas en valores como la sensibilidad, la sociabilidad o la accesibilidad.


Todo ello, convenientemente dirigido por un psicólogo. Hasta ahí una noticia curiosa, que podría suscitar comentarios ácidos, cuando no disensiones o críticas. Pero a los que opinen así les invitaría a leer entre líneas.
Veamos, la primera cuestión es si ese tipo de terapias son necesarias y útiles o son meros 'psico-juegos' de la postmodernidad. Personalmente, me reservo mi opinión, que cada cual opine lo que quiera, y se informe si quiere saber más al respecto. Pero la segunda cuestión es más enjundiosa. A ver, ¿por qué en la cárcel de Villabona hay enfermos mentales? La respuesta es obvia: "Porque han sido condenados".
Ahora bien, caben tres opciones: primera, que hubiesen cometido un delito común por el que han sido condenados y durante su estancia en la cárcel hayan presentado una enfermedad mental. Segunda, que ya fuesen enfermos antes y hayan cometido un delito no relacionado con su enfermedad por el que han sido encarcelados. Y, tercera, que ya fuesen enfermos mentales y hubiesen cometido un delito relacionado con su enfermedad. "Pero este tercer caso –podría usted argumentar– no debería existir", ¿no es así?
En efecto, tiene usted razón, no debería suceder tal cosa, tendría que haber sido internado a un centro especial, en el que pudiese cumplir la condena y recibir la atención psiquiátrica adecuada. Incluso en el segundo caso quizá sería mejor que se le atendiese en dicho centro. Es más, incluso en el primer caso podría plantearse si es más apropiado recibir terapia psiquiátrica en la cárcel común o ser derivado a un centro psiquiátrico específico.
En fin, habría mucho que discutir sobre ello, pero lo dejaremos para otro momento. La cuestión clave de fondo es que en las cárceles españolas hay muchos enfermos mentales, y no sólo del tercer tipo, sino de los tres tipos. Según algunos informes, la frecuencia de enfermedad mental entre los presos españoles es siete veces superior a la de la población general.
Un reciente informe asegura que el 25% de los internados padece una enfermedad mental, y otros sugieren que ha aumentado la prevalencia de trastornos psiquiátricos en presos, así como que la mayoría no reciben la atención psiquiátrica adecuada, ya que no hay suficientes programas psiquiátricos penitenciarios para atenderlos a todos con suficiente calidad, ni centros penitenciarios psiquiátricos suficientes.
En España hay dos Hospitales Psiquiátricos Penitenciarios, en Alicante y Sevilla. También hay enfermerías en las cárceles dotadas para la atención sanitaria, y hay conciertos con instituciones públicas, y loables intento de desarrollar programas específicos... pero hasta ahora todo eso es claramente insuficiente, lo cual es una evidencia le pese a quien le pese. El atraso acumulado en este tipo de asistencia es tan comprensible –quizá- como lamentable, lo cual obliga a que tanto el Gobierno como las Comunidades Autónomas se planteen el tema con seriedad, rigor y prestancia.
Las consecuencias de no hacerlo repercuten muy negativamente sobre los propios penados, sus familias y la sociedad en general. Y si no basta con estar atentos a las frecuentes noticias sobre delictividad y enfermedad mental. Y no digo más, que buen entendedor le sobran las sugerencias.


Jesús J. de la Gándara es psiquiatra y jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos.